Las ocurrencias que tiene Dios: el viernes por la noche caen gotas de lluvia, los cerros están secuestrados de nubes negras y los invitados quieren saber si se suspende la fiesta.
Yo con cara de no me pregunten, soportando esas horas en las que palabras como "toldo", "techo", "ciclón", "tormenta aislada" y "chubasco" me dan diarrea.
Y luego, otra vez, las ocurrencias que tiene Dios: el sábado amanece como si fuera el primer día de la Creación; hay nubes blancas, sol, viento, cielo azul.
Una zona de la Sierra Madre se llena de dinosaurios, de mamás, de niños, de tres abuelos, de regalos. Mateo está chiflado; se vale. Corre, recibe a sus invitados, los abraza y los acompaña hasta donde está el desmadre.
Llega el payaso tiroteando chistes simples que arrebatan risas, incluso de los adultos presentes. Hay reencuentros gratos, un inflable asmático y el set list elegido por el cumpleañero recita canciones pegajosas y chocantes.
Una mesa se llena de figuras geométricas envueltas de papel y moños. La tarde pasa amable, muy amable. Mi hijo está feliz y quienes lo queremos, más. A las seis de la tarde el cielo se vuelve a cerrar, esta vez su negrura es más agresiva. La amenaza de lluvia cobra fuerza.
Pero no importa que llueva; ya nos fuimos.
Hello world!
Hace 1 mes