viernes, 20 de septiembre de 2013

Another One Bites the Dust

Hoy amanecí desayunando todas las palabras que dije en contra del facebook.

Ayer abrí una cuenta y ya tengo signos de ansiedad: ¡Es un chingo de gente la que transita ahí!
Voy a darme un par de meses para "vivir la experiencia", pero por lo pronto ayer no dormí bien pensando en los pros y contra de inscribirme en la gran manía social de este inicio de siglo.

Me dicen que facebook es el diablo si no haces un buen uso de él. ¿Cómo se usa bien?
¿Seré capaz de evitar la adicción a husmear (de más) en la vida de los otros?
¿Seré capaz de apaciguar la vanidad de los "me gusta" ajenos?
¿Completaré mis horas de trabajo sin asomarme a destiempo en ese enorme telescopio que es también un microscopio?
¿Sobreviviré a la tentación de abrir círculos cerrados?

Dos meses de experimento, a ver qué pasa. Prometo vaciar aquí los reportes de mi experiencia allá y antes de que Mateo cumpla 7 años evaluaré si me quedo arriba de la red social o si me desmarco de ella. Evidentemente algo estoy buscando, algo me hace falta, algo quiero.

¿Es una buena o una mala decisión? No lo sé; voy a ver.


jueves, 12 de septiembre de 2013

Y aquel vestido...

Mi jodidez corporal y mi desvarío mental corresponden a que durante 10 días completé el circuito Monterrey-Isla del Padre-Saltillo- Belfast-Monterrey. Viajé en moto, carro y avión con tres grupos diferentes de personas, todas ellas de distinguidas costumbres.

Dormí en un castillo del siglo 18, en una playa y en una alfombra. Hice explotar una fiesta.

En algún sitio de Texas, mi moto se quedó sin ganas y fui jalado por un cordón casi indestructible amarrado a una moto amiga piloteada por Marito. Llegué a la agencia harley de San Benito cansado como alma de purgatorio, asoleado y con la rodilla rajada.

Una contemporánea de Demi Moore me tiró los perros y cené con la argentina de los leggins insuperables.
Una loca me gritoneó en un estacionamiento.

En un outlet conseguí el ninja dorado que desató las más recientes agitaciones de Mateo.

Ella me llamó para decirme que su esposo ya no la ama.

Estoy a punto de encontrarme un techo propio. La nube oscura, pero necesaria, de la deuda hipotecaria está a punto de hacerle sombra a mi hasta ahora despejado cajón de pasivos.

A veces la vida de uno se abraza a una canción. Hace 17 años en un vips chilango iba yo paseando la enfermedad cuando empezó Perales a cantar. Y de repente estaba yo en casa, en siempre en domingo, acurrucado en la ternura de mi madre; protegido.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Antes y después de la medianoche

Los primeros cinco minutos de Before Midnight son definitivos. Sirven por sí mismos como un cortometraje. La mirada que pone Jesse (Ethan Hawke) cuando ve a su hijo partir rumbo a la terminal aérea me dejó pensando hasta después de la medianoche.

¿Puede un papá divorciado rehacer su vida cuando una parte de sí mismo vive a un mar de distancia?

Jesse se somete a un lamentable dilema: para poder quedarse con la mujer que ama, se pierde los mejores años de su hijo.

Eso, queridos amigos, es dolor.

Queda claro que una cosa es ser hombre y otra es ser papá. Se quiere diferente a la mujer que al hijo, definitivamente, pero, por experiencia propia, debo decir que cuando estos dos objetivos amorosos viven en domicilios distintos, el corazón funciona dividido.

Fui a ver Before Midnight para descubrir, según yo, si el amor inconcluso e intermitente de los personajes por fin se concretaba, pero al final de la película poco me importó ser testigo de su crisis y desencanto. Sucede en las películas y sucede en la vida real: a donde volteo veo parejas en crisis, fastidiadas, monótonas, aburridas.

Lo que me pegó más duro de la película fue lo otro. Mi amor hacia Mateo es continuo, pero nuestra convivencia es alternada.
Por decisión propia, he tejido una vida así. He sido responsable de mis actos, estoy pagando mis fallas, pero no me someto a penitencias morales ni sociales, y nadie puede subirme a la hoguera ni montarme un juicio. Tampoco quiero que me afinen los violines ni que me soben el moretón. Menos que me pobreteen.

Eso vale madre.

Lo que hoy me importa es hallar el equilibrio: sumergirme en las delicias y en los tormentos de la paternidad mientras llega mi versión mulata de Rachel McAdams. Y que ella sea tolerante y yo sabio, para que mi amor de hombre no le parta la madre al de papá.