lunes, 28 de septiembre de 2009

Un año

Jóvenes y jovenazas, esta semana Recolectivo cumple un año.
Mi aportación en ese blog multiestelar ha sido intermitente porque soy un malquedado en casi todos los reglones torcidos de Dios. A partir de ahora seré más constante, ora verán. Bueno, pues aquí les dejo el texto de esta semana; se trata de una anecdotilla de mi vida real. Está pedorrona pero está buena, vayan.
(Si no pudieron entrar intenten otra vez en www.recolectivo.com)

jueves, 24 de septiembre de 2009

Otra de revoltijo

-El avión que me trajo se vino por un camino de terracería. Hay turbulencias tipo montaña rusa en donde de manera repentina la nave baja mientras tu páncreas continúa allá arriba, pero ésas se sienten sabroso, no como la turbulencia que sucede cuando el avión se mueve como sonaja en vibrato sostenido durante varios-largos minutos. Para fortuna de la azafata que no traía un sostén bien anclado como para poner en paz su exclusivo terremoto en chichenitzá, el avión pudo montar cielo plano y el piloto nos regaló estabilidad durante la segunda mitad del vuelo.

-Hacerse de cosas y de gente es barato, lo caro es su mantenimiento. Esta vida se trata de mantenerse. Desde un corte de pelo hasta una amistad requieren mantenimiento; la autodestrucción no es otra cosa que la voluntad de ir dejando de mantener acuerdos, citas, conveniencias, contratos. Mi amigo Raúl Rascolano comenzó a abstenerse del baño diario, luego de afinar el carro, peinar al perro, echarle chapopote al techo de su casa, visitar a sus papás, merendar los últimos jueves del mes con la generación 97, saludar al jefe..., y terminó abriendo una carta firmada por un juez en donde le prohibieron acercarse a los hijos que algún día pretendió mantener. Venimos a mantener(nos). Una ofensa muy gacha para los hombres es llamarlos mantenidos y el peor sino para las mujeres es no tener nadie que las mantenga.

-Le acabo de dar entierro a una bolsa mediana de palomitas. No sé ustedes, pero yo no puedo comer palomita por palomita sino que me las tengo que meter en bola, en empalme, en chingos, en horda, como si mi mano derecha me quisiera asfixiar a punta de maíz inflado. El atragante palomero es inevitable y es riquísimo, no es aceptable que alguien haga una buena administración de las palomitas. El que se come una por una no es una persona sana.

-Cuando viajo me gusta comprar la GQ México. Los textos de Andrés Tapia -su editor- me parecen una joya; él escribe como a mí me gustaría escribir. Pero no son las letras de Andrés lo que más me gusta de la revista, ni las pieles que aparecen en sus centrales: lo que me embola y al mismo tiempo me da culpa con vergüenza es echarle un ojo a las últimas páginas en donde ponen eventos sociales que lucen al incoloro jetset capitalino. Ni crean que me importa quién sale, pero leer los apellidos de la gente "nice" del DF es un agasajo marinela. Allá tienen fresas que se apellidan Esperalba, Talarid, Siejas, Goñi, Savini, Trepaud, Caballoni, Sakal, Boscono, Lichi, Pellizza, Chatras, Borbolla... La neta, no mamen, pinche gente snob, mejor conviértanse al Rodriguismo, al Garcismo, al Perecismo, al Guzmancismo, al Cantusismo, al Gonzalismo. Tan bonitos apellidos que aquí se maquilan. Futa madre.

-El lunes cumplió años la Maga y ahí como pude le di un regalo, pero Mateo me mató el gallo. ¿Saben qué le regaló el cabroncito? (...) Pues una porra ¡Sí, una porra!
"A la bio a la bao a la bimbombá, mami, mami, ra-ra-ra..."
Hermoso, sin palabras, qué chingonada.

-Ya no hacen canciones como ésta.

martes, 22 de septiembre de 2009

Beard season

Porque somos demasiado guapos como para andar con la cara rapada.
Porque admiramos la prosa de Juan Villoro.
Porque la mujer que nos quiere, nos querrá igual.
Porque siempre salimos raros en las fotos y queremos salir peor.
Porque hoy inicia el otoño, nuestra estación favorita.
Porque los abrigos para el mentón son gratis.
Porque nos aburre el espejo y su reiterado alegato.
Pero sobre todo porque no tenemos nada mejor que hacer: Desde hoy nos dejamos de rasurar.

¿Quiénes?

Yo y el que quiera.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Vivamos nosotros

Querer a México está medio cabrón. Sobre todo porque el mexicano cae en la tortura mental de querer a su patria a base de memorizar y creer eventos históricos que sucedieron hace 200 años con datos, nombres y heroicidades que a nadie le constan más que a los autores de la historia oficial. Para un mexicano querer a México es igual a emborracharse vitoreando independencias y revoluciones entredichas. (Y aún dudando de todo, pero, pues bueno, hay tequila).

¿Cuándo podremos querer a México por algo que hizo (hicimos) su gente hace cinco años, 10 años, 20 años? ¿Podemos querer a nuestro país así como está ahora? ¿No sería más sano comenzar a despreciarlo para poder cambiarlo? ¿Gritar Viva México, Viva la Independencia no es lo mismo a gritar Viva nuestra Jodidencia?

Querer a México es como querer a una mujer cleptómana, puta, bipolar, sucia, chantajista y mentirosa que nos hace muy infelices pero que no podemos dejar porque todos nos aseguran que hace 200 años esa mujer era una santa. ¿Nos quedamos a vivir con la puta sucia esperando que un día se levante a hacer milagros, o nos buscamos otra pareja?

Decimos que como México no hay dos porque su comida es maravillosa, sus playas, sus montañas, sus costumbres... ¿Sus costumbres? ¿Cómo decimos apreciar sus costumbres y sus tradiciones cuando nos da una hueva descomunal presenciar un minuto la Guelaguetza? ¿Amar esta cultura es ponerle al maratonista todo bofeado un sombrero de charro después de cruzar la meta?

Me he apartado del país lo suficiente para extrañarlo, porque, maldita sea, ¡cómo somos emo patriotas los mexicanos cuando nos alejamos del Río Bravo! Recuerdo haber estado en una ciudad europea perfecta, y ahí mismo añorar el bullicio de mi capital, su colorido desmadre, su alambrerío, su ambulantaje, su chacherío, sus aceites en la calle, su pinchés. El mexicano echa de menos el desorden porque eso nadie se lo quita. El caos es su terruño. La sensación de zozobra es lo único que ningún partido político nos puede quitar. Nos asustan las reglas y el orden porque es algo que no conocemos. En civilizar a un mexicano se nos va toda su vida.

El premio Melate no debería ser un sorteo en donde gana el suertudo que atine un orden de números. El gobierno debería de regalar la bolsa del Melate a aquél mexicano que pueda explicarle a un extranjero la realidad azteca sin caer en contradicciones y vergüenzas. Una tarde de hace muchos años un amigo español me preguntó la razón por la cual el PRI había estado tanto tiempo en el poder. Antes de que se me acabaran los argumentos, mi amigo pidió cambiar de tema, pues él no entendía ni madres y yo no encontraba la pista de aterrizaje. Seguramente no me pude explicar porque nací en el país de lo injustificable.

Abrazamos el consuelo de decir que el país es bien bonito, que lo podrido es su gobierno. ¿En serio? Esa excusa de que el gobierno es el infierno era aceptable hasta hace unos 10 años, porque ahora basta dar un vistazo a las noticias para encontrar lo bien que le hemos aprendido la sociedad al gobierno el negocio de la tranza, del abuso, de la violencia callada o febril.

Otra puñeta mental es cuando decimos que el país vale la pena por su gente amable, cálida y abrazadora. Eso no es cierto, somos desconfiados, racistas, criticones, malinchistas, chingaquedito, cangrejos, envidiosos del bien ajeno, avorazados, revanchistas; ya ni siquiera devolvemos los buenos días, manejamos con brutalidad, curamos la ansiedad con lujuria y somos campeones en indiferencia.

Antes de ver morir a su madre La Maga se sorprendió porque una persona que tenía bien aprendido el rollo de "Lo que se te ofrezca, me dices" fue la misma persona que no pudo hacerle el más diminuto de los favores. ¿"Lo que se te ofrezca" es lo mismo a decir "te hago el favor mientras no alteres mi comodidad"?

Y así se vive México en la piel como diría LuisMi, orgullo nacional que ni siquiera nació en México.

Ayer debimos festejar la realidad real realista. Debimos gritar ¡Viva México! por el bache de la avenida Hidalgo que durante seis años he visto aparecer y desaparecer cada temporada de lluvias. Por las quincenas que duran cuatro días. Por el 1% de los crímenes resueltos. Por los que cruzan la frontera sin pasaporte y sin champú. Por los que damos mordida a un tránsito. Por los nuevos impuestos, su justificación, su cobro, su evasión. Por los responsables en fuga del incendio en la guardería de Hermosillo que mató 49 niños. Por las elecciones más costosas de la historia. Por los carros chuecos. Por los líderes sindicales millonarios. Por nuestro comodísimo olvido. Por los albañiles que se emborrachan en domingo y pierden su trabajo en lunes. Por la televisión nacional. Por Juanito. Por los héroes que nos dieron patria y por los gobernantes que nos meten la riata.

Vivan también esos que dicen que podríamos estar peor. O que mejor viva el pozole de mi mamá y nada más.

Me gustaría decir que México no existe, que esa "s" invertida que moja la cresta en el Pacífico y la cola en el Atlántico no es México. Me gustaría negar a mi patria, porque para empezar no qué es la patria. Me gustaría pintarle todos los dedos a este país y escupirle, pero no puedo porque uno pierde el espíritu anarquista con la paternidad. Empecé a querer cambiar mi manera de pensar, mi país y mi mundo apenas cuando nació mi hijo. ¿Muy tarde? No tanto.

Yo sí quiero un mejor país para Mateo, sólo para él y para todos sus amiguitos del kínder, y para los amiguitos de sus amiguitos. Para toda su generación, pues. Lo que yo no quiero es celebrar a un México como el que me ha tocado padecer desde que me acuerdo. Nuestros gobernantes pretenden que amemos a un país moribundo manipulando nuestra naturaleza bonachona y borracha para que ellos puedan seguir robando, pero la verdad es que hoy México es un lugar despreciable. Yo no lo voy a querer así, y menos voy a festejarlo. Ojalá me alcance la vida para que un día pueda gritar ¡Vivamos Nosotros! Sí, nosotros, no Hidalgo ni Morelos ni Iturbide ni Mina ni Guerrero, porque ellos ahora son calles y estatuas, no personas.

Tengo-tenemos mucho que hacer. Ojalá no me-nos dé hueva. Es eso, o huir.

martes, 15 de septiembre de 2009

Patrick Swayze (1952-2009)

Patrimonio universal: Bailar caliente con una narizona, hacer el amor después de echar a perder una escultura de barro y surfear hasta ser devorado por una ola gigante.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

'Help!'

Desperté más Manolito que nunca, pues hoy la beatlemanía está de fiesta con el lanzamiento del videojuego The Beatles: Rock Band y de toda la música del cuarteto remasterizada.

Creo que ustedes saben que todo lo relacionado a ese grupo me da una beatlemegaflojera y que esta postura no obedece a una intención solapada de ser contreras o diferente; sencillamente las canciones de John, Paul, George y Ringo no me gustan. O por lo menos no me encantan.

Cada vez que digo esto en público mi amigo Peduardo me fusila con una mueca y con un ramillete de mentadas de madre, pues no puede entender que me guste tanto el rock y al mismo tiempo sea indiferente a Los Beatles. Su argumento principal está cimentado en la idea de que toda la música popular contemporánea le debe algo a los ingleses de Liverpool.

Hace meses, Pelito dio en el clavo cuando explicó que el gusto por Los Beatles en muchos casos es heredado, es decir, que los papás que hacen sobremesa escuchando "A Hard Day's Night" es más probable que desarrollen en sus hijos un cariño entrañable por la banda. Esto me consta, porque un amigo que es altamente beatlemaniaco le toca en la guitarra todos los éxitos del grupo a su hijo de dos años desde que éste era un feto logrando ahora que el pequeñito con pelo de cazuela enloquezca al escuchar "Get Back".

Mi única anécdota en relación a Los Beatles sucedió hace 13 años cuando el Álbum Blanco me salvó de una deprimente mañana inviernal. Vivía yo en el DF, era martes o miércoles, y mi carencia de trabajo era tan grande como mi cruda acumulada. Estaba solo, acostado en el piso de una casa que rentaba junto varios individuos ambos sexos y recuerdo que no había chococrispis para desayunar. La detonación del timbre me abortó del silencio y de la contemplación del techo. Me levanté como se levantan las jirafas, abrí la puerta y descubrí que el visitante era un señor patilludo no más alto del metro sesenta y cinco que apretó mi mano con la misma certeza con la que David descalabró a Goliat.

- Tú debes ser Eugenio- me dijo con un pie adentro de la casa.

Era el papá de Vanesa, una de las estudiantes con las que yo compartía la casa. Noté enseguida que de su mano izquierda colgaba una bolsa de Tower Records. El hombresito se disculpó por llegar sin avisar y me preguntó si no tendría yo una grabadora que leyera cedés. Entonces lo dirigí hacia el comedor en donde estaba nuestro departamento de sonido, mientras él arrancaba con uñas y dientes el papel de un compacto con la portada totalmente en blanco. Apenas dio inicio la primera canción, el patilludo puso los ojos de alivio, parecidos a los que pone Jared Leto cada vez que se inyecta en Requiem for a Dream.

El papá de Vanesa flotaba cuando me platicó que ese disco -al que calificó como el mejor de Los Beatles- lo tenía en elepé y en caset, pero que era la primera vez que lo escuchaba en cidí. Luego me explicó la historia de su grabación y de la tensa situación que tenían los integrantes en 1968. También habló acerca de los redobles que hace Ringo en la batería y de la leyenda de que Paul fue quien en realidad los grabó.

Pasamos un rato brincando de un silencio incómodo a otro, y no sé en qué momento de su ponencia el papá de Vanesa sacó sus ojos del beatleparaíso para colocarnos en mi rostro todavía amodorrado.

-Mi hija me ha dicho que no andas bien-, disparó.

Y de ahí en adelante el señor se descoció en un discurso motivacional, que, la verdad, sí me alivió. Me explicó que así pasaba a veces con la juventud, que no me desesperara, que él sabía que yo era un buen muchacho con todo y que andaba extraviadón, que caerse está bien, que levantarse está mejor, que la vida no es un pay de limón, pero que hay que hallarle el sabor a limón, etc.

Conversamos un rato hasta que el papá de Vanesa terminó el tema con un consejo muy alejado de la estética de Abbey Road.

- Intenta hacer todas las cosas que hagas como Hugo Sánchez, que por quedarse más tiempo en los entrenamientos llegó a ser el futbolista mexicano más chingón-, me sugirió.

(¿En qué momento pasamos de Los Beatles - a - mí - a - Hugo Sánchez?

El Álbum Blanco terminó antes de que la visita decidiera despedirse. Fue una muy buena mañana después de todo. Volví a ver al papá de Vanesa dos o tres veces, la última de ellas una semana antes de largarme del DF porque llegó a recoger la cama y el armario que había yo comprado en la Comercial Mexicana. No recuerdo si los muebles se los vendí o se los regalé.

TRIVIA.-
¿Qué tiene que ver la foto de Megan Fox con el post?
a) Nada, pero sale muy bien.
b) Todas las anteriores

martes, 8 de septiembre de 2009

De diez

El sábado pasado Mateo se aventó un "Cague Comanechi", bautizado así en honor a la gimnasta Nadia Comaneci, famosa por ser la primera en obtener una calificación perfecta en Juegos Olímpicos.

Las características de este tipo de evacuaciones son las siguientes:
- Un solo mojón, largo y uniforme; sin texturas.
- Un solo color, nada de mestizaje, medios tonos o zonas marmoleadas.
- Olor mate; desprendiendo apenas una sospecha de hedor.
- Mesurado, es decir, que no levanta agua al zambullirse.
- Y, lo más importante, que no mancha al salir y deja el papel como nuevo.

Es reiterativo decir que Mateo tiene comprado el 51% de las acciones de mi admiración, pero es que no deja de sorprenderme.

viernes, 4 de septiembre de 2009

jueves, 3 de septiembre de 2009

Fichita

Por andar quitándome el salvavidas a la mitad del río, el flujo diario me ha llevado a lugares en donde jamás pensé estar, lugares realmente raros, como por ejemplo, el interior de un salón de clases de un kínder a las siete de la noche de un martes.

Antier, la Maga y yo fuimos convocados a la institución educativa en donde nuestro Tirano Saurio Tex Mex embarra los mocos bajo el pupitre, (y eso si no prefiere tragárselos pues es sabido que las flemas combinan con el Ades de mango), con el fin de conocer el "plan académico" del colegiíto.

Llegamos puntuales, saludamos sin obtener mucha respuesta de otros papás que estaban apachurrados en sillas de juguete y fuimos todo oídos para conocer a las señoritas que doman al ensamble Mateo and Friends durante las mañanas. Luego de que toda la artillería docente se presentó, la palabra fue tomada por Lupita -comandante en jefe-quien nos puso un video para que observásemos el comportamiento de los niños durante un "día normal". Y miren, yo no soy Dios, pero cuando vi a mi hijo en la pantalla echando desmadre en un salón de clases me sentí como el creador que presencia enternecido el libre albedrío de su criatura.

Mientras el chiquilingo saltaba adentro del monitor con la banda sonora de Toy Story (...yo soy tu amigo fiel...), la Maga se recargaba en mi hombro y me apretaba el brazo muy conmovida. Sí, estábamos felices de verlo en acción, pero a la vez un detalle nos hacía ruido y es que mientras los demás niños aparecían sentados poniendo atención a la clase, nuestro hijo bailaba de pie, agitando su melena de Simba.

Cuando terminó la Junta de Padres de Familia (¡¿a qué horas llegué aquí?!) y los demás papás salieron del salón para entrarle a las empanadas de cajeta y a las cocacolas que por cuenta de nuestra colegiatura montaron las maestras en el vestíbulo del kínder con el fin de promover el convivio póstumo, la Maga y yo nos acercamos con Lupita para preguntar acerca del desempeño de Mateo. Le soltamos las típicas preguntas: ¿Cómo lo ves? ¿Qué tal aprende? ¿Qué se le dificulta? ¿Cómo se porta? ¿Es sociable?, etc.

Ante la evidente movilidad que el ex bebé mostró en el video, la verdad no esperábamos escuchar miel sobre hojuelas, pero tampoco que nos íbamos a tragar una cucharada de mostaza al enterarnos que nuestro chiquitín es el más indisciplinado del salón. En pocas palabras la maestra nos dijo que Mateo es tremendo, que muchas veces quiere hacer lo que se le hincha, que se para a bailar a la mínima provocación, y que por lo mismo, lo han castigado en una esquina por desobediente.

Cuando la Maga -con la cara convertida en tomate guaje y con risa nerviosa- preguntó si Mateo no era influenciado por otro niño para portarse tan mal, la maestra pestañeó dos veces, sonrió, y dijo:

-¿Quieres que te sea sincera?: Mateo es inquieto por sí solo, no necesita de otros-.

¡¡¡Kaboom!!!

En ese momento me imaginé a los espermatozoides que acompañaron a mi hijo en su primera carrera por la vida haciendo una ola y celebrando en algún lugar de la inexistencia como señal de apoyo.

Por otro lado, Lupita mencionó cosas rescatables de su conducta porque también nos chismeó que es un niño educado que pide permiso para ir al baño, que come bien su lonche y que no es agresivo ni peleonero. O sea, es desmadroso pero no violento.

La maestra terminó su ponencia aclarándonos que estaba "bien" que Mateo fuera extrovertido y que hubiera "despertado" pues el curso pasado había sido un niño callado, tímido y poco participativo.

Más apenados que orgullosos, los papás de Billy Elliot abandonamos las instalaciones del kínder. Antes de subirnos al carro la Maga acarició un consuelo:

-Bueno, por lo menos Mateo no pasa desapercibido... cuando salga de aquí sus maestras lo van a recordar-, sentenció.

martes, 1 de septiembre de 2009

Santiago

Con esa greña amotinada parece nieto de Bob Geldof, pero no, este muchachito de la foto se llama Santiago y es hijo primogénito de mi amiga Sonia.

Conocí a Sonia en 1988 en el marco de la ingrata época preparatoriana. Al principio me dio un poco de miedo, pues era alta, pelirroja, tenía la mirada de taladro, las cejas del Loco Valdés y las manos largas y fuertes como las de un ajedrecista ruso.

En la fiesta de Halloween del mismo año -a la que yo no fui- Sonia llegó disfrazada con un ajustado traje de Diabla, indumentaria suficiente para amanecer al día siguiente convertida en el exótico símbolo sexual de mi salón. (Nunca hay que ningunear el poder afrodisiaco que tienen los disfraces).

En algún momento de nuestra historia uno le echó los perros al otro, pero afortunadamente para nuestra amistad el romance nació muerto.

Nuestro único momento novelero -por lo mismo incómodo- sucedió en la graduación de su hermana cuando bailamos "Forever Young" de Alphaville. Recuerdo que estábamos a un costado de la pista para no llamar mucho la atención, la tomé de sus enormes manos, me arrimé a su microcintura y la zigzaguié hacia ninguna parte logrando un vals muy desvielado; ella por su parte, comentaba algo acerca del abultado hueso de mi clavícula y hacía burla de mi pobre soltura dancística.

Sonia es una de esas personas que están sentadas en la zona VIP de mi corazón porque me quiso a la primera. Muy pocas cosas sé de su vida actual, pero eso no importa mucho. Cuando vi al simpático de Santiago supe enseguida que mi amiga está bien.
Muy bien.

ARRULLO OCHENTERO.- Para esas noches difíciles en que uno no se halla en la cuna, le dejo a Santiago la canción que bailé con su madre hace 20 años. Le prometo a él (y a su padre) que no toqué más allá de lo estrictamente Lasallista correcto.