jueves, 30 de julio de 2009

Sonriendo con el 'enemigo'

Tomarse fotos con gente "famosa" es una pretensión chafa porque no siempre, y menos ahora, la fama ha estado relacionada con cosas que valen la pena. (Y de esto los reality shows tienen harta culpa).

Lo peor es tomarse una foto con alguna "celebridad" y después presumirla con propios y extraños como si el hecho de retratarnos con alguien mundialmente conocido nos hiciera superiores a los demás. Mamadas.

Pero bueno, resulta que todo lo anterior es mera teoría y que yo soy muy humano en la práctica, por lo tanto soy muy naco y por consiguiente me emociono cuando me topo de frente con personas famosas con las que sólo había tenido contacto a través de una pantalla de cine o televisión, y pues sí, les pido una foto. Nunca subo este tipo de fotos al blog, pero en esta ocasión lo hago pues la gráfica explica un alboroto de mi pasado que aún no logro apaciguar.

Éste con quien me ven es el futbolista Marco Materazzi, mejor conocido por haber enchilado a Zinedine Zidane en la final del último Mundial. Como ustedes recordarán, yo aún no me alivio de aquella escena en la cual el mediocampista francés (Zidane) se volvió loco por algo que le dijo el defensa italiano (Materazzi) desembocando en un estúpido impulso en donde el primero se convirtió en un carnero humano que embistió con la pelona (sin albur) al segundo. El resultado: Zidane salió expulsado en su último juego como profesional y ni siquiera salió a recoger la medalla de segundo lugar mientras que Materazzi cargó la copa de Campeón.

Todavía pienso que Zidane es el mejor futbolista que me ha tocado ver y que había hecho un excelente Mundial ganando encuentros decisivos contra España, Brasil y Portugal. La Final contra Italia, -aún si la hubiera perdido en la cancha, pero no fuera de ella-, hubiera podido ser la honrosa despedida de su carrera; pero ni madre, el güey se encabritó (o sea, se transformó en una cabra) y tacleó a su rival echándonos a perder el partido a todos. Muy triste. Ni en la aburrida calle Boccaccio de mi infancia hacíamos esos berrinches futbolísticos.

Recuerdo que esa Final la vi junto a una Maga que tenía cinco meses de embarazo y por lo tanto estaba tan mansa que pudo tolerar entero un partido de futbol, con todo y penales. Yo había apostado poco menos que el apellido con mi amigo Marito, gran hincha italiano, con el que todavía no puedo hablar de este incidente en persona porque corro el peligro de morderme la parte interna de los cachetes del puro coraje.

Tres años después y sin haber puesto esa herida a cicatrizar, me topé a Materazzi en el lobby de un hotel. Fue muy extraño lo que sentí en el estómago al verlo, fue como si me hubiera encontrado al villano de mi exclusiva chaqueta mental, al Darth Vader de mi propia Guerra de las Galaxias, al más prieto de los prietos de mis arroces.

Fue raro, porque en vez de expulsar las majaderías que me hubiera encantado gritarle si el cabrón no fuera tan alto y yo no fuera tan cooley, en vez de preguntarle qué chingados le dijo a Zidane como para volverlo loco, en vez de reprocharle tanta tontería en la cancha, en vez de arriesgarme a ser arrestado por acoso, en vez de todo eso, opté por pedirle se tomara una foto conmigo, petición que él aceptó sin sobrada amabilidad.

¡Y miren qué sonriente salgo!. Pinche hipócrita.

Luego del flachazo, Materazzi me dijo nice to meet you, nos despedimos de mano y cuando él se fue yo trapié muy bien mis orines mientras pensaba que por fin había conocido en persona a la media naranja de un conflicto deportivo que marcó mi vida como espectador de futbol. Zidane sigue teniendo todos mis respetos como jugador, para mí sigue siendo el mejor, aunque yo tengo ahora una foto con el malo de su cuento (que la verdad, el único malo fue el propio Zidane. Chingado).

Otra teoría: En el futbol como en el amor y en las vencidas, el que se enoja, pierde.

GOLAZO, AZO, AZO.- Todo mundo habla del cabezazo que le propinó Zidane a Materazzi en aquella Final, pero no hay que perder de vista que en ese mismo encuentro el francés anotó un gol de penal ejecutado de manera magistral. Bom-bea-di-to, qué huevos de pegarle así al balón, la neta. (Por cierto, el penal fue cometido por Materazzi). Aquí se los dejo mientras a ustedes les lanzo una pregunta, -que va dirigida en especial a mi amigo Marito-, ¿fue o no fue penal?.

martes, 28 de julio de 2009

Cuando las suegras se van

Suena el teléfono. Otra vez el chingado teléfono. Maldito invento. Sí, pero, ¿de qué otra manera nos comunicamos? ¿Cómo puede dar el pésame la gente que está lejos si no es a través de un teléfono?.

Parece chiste de humor negro que en medio de un velatorio se escuchen de manera incisiva ringtones de celular con mambos de Pérez Prado, o con la guitarra de entrada de Sweet Child O' Mine. Suponemos que es muy divertido personalizar el sonido de nuestro teléfono móvil, pero no tomamos en cuenta lo molesto que resultan las llamadas entrantes cuando se pretende estabilizar un duelo.

El cáncer tiene una mala fama bien ganada. Dicen que a veces dura tanto la enfermedad que mientras consume al paciente va desintegrando a la familia de éste, porque los que deben cuidar al enfermo se avientan la responsabilidad unos a otros como si el que agoniza fuera una bomba en cuenta regresiva, o un estorbo.

Afortunadamente, la vida consiste en acumular excepciones a la regla y no adaptaciones a la generalidad. Hoy quiero compartir que el cáncer no siempre destruye familias, pues por extraño que suene, el que padeció mi suegra unió mucho a la suya(mía).

En particular me gustaría subrayar que la Maga y su mamá estuvieron juntas en la agonía como no lo habían estado en la salud. Recuerdo que antes de casarnos la suya era una relación ríspida, como supongo lo son muchas de las relaciones entre madres e hijas, sin embargo, en los últimos seis años las dos fueron perdonándose y olvidando sus diferencias anteriores por culpa del cáncer (y gracias a él). La enfermedad mortal las enfocó en el ahora, las urgió de sí mismas y ambas se acompañaron en los picos más bajos del padecimiento.

Cuando escribo de la relación que tengo con Mateo mis comentaristas frecuentes hacen el favor de echarme porras argumentando que soy muy buen papá simplemente porque procuro dar tiempo de calidad a mi hijo. Agradezco sus comentarios, pero hoy quiero aclarar que lo que Mateo tiene es una estupenda mamá. Estoy seguro que ustedes estarían de acuerdo conmigo si hubieran visto a la Maga día y noche atendiendo las necesidades de su madre enferma, desde las más básicas como alimentarla por medio de una sonda, cambiarle el oxígeno y bañarla, hasta aquellas más delicadas que incluso algunas enfermeras se sortean para no hacer.

Desde que di de alta este blog he estado obsesionado con explicar hasta dónde llegamos los padres por nuestros hijos, pero nunca me había cautivado tanto dirigir mi reflexión por el hasta dónde pueden llegar los hijos por sus padres. Estoy seguro que mi esposa se ha graduado con honores en esa materia. Todavía la madrugada que murió mi suegra, la Maga sobó su estómago, dio masaje a sus extremidades y frente, la cambió varias veces de pañal, se inclinó a escucharla, le habló con dulzura. Poco después del amanecer, ambas se quedaron dormidas, pero una sola abrió los ojos para llorarle a la que no lo hizo.

Otra de las pestilentes reputaciones que tiene el cáncer es la de ser un perfecto aguafiestas. Y eso es muy cierto. Los episodios más delicados que tuvo la salud de mi suegra coincidieron con las fechas en las que se supone había que festejar más: La boda de sus hijas, el nacimiento de su nieto, cumpleaños, navidades, etc. Siempre, cuando venía una fecha celebrable, el antígeno subía de nivel y eso daba pie a una nueva temporada de quimioterapia. A muchos nos daba miedo mencionar las buenas noticias, pues el cáncer siempre tuvo la última palabra.

Pese a todo, creo que el final si no feliz, fue sereno. Hoy la familia está junta, sellada. Ya viene el otro proceso, quizá el más agudo, que consiste en adaptarse a las ausencias, a los breves espacios, diría Milanés. Ésta no será la única vez que escriba al respecto, pero creo que por ahora es suficiente.

Un último apunte: El día del funeral la Maga traía puesto un vestido negro de su mamá.
Se veía hermosa.

jueves, 23 de julio de 2009

Paréntesis

Jóvenes:

Este blog suspende actividades por razones que todavía no caben en un post.


Por aquí nos vemos la próxima semana.

lunes, 20 de julio de 2009

Agriopuerto

En el mostrador de la aerolínea conocí a una pareja de mexicanos que tenían cuatro hijas gordas y seis maletas robustas. No imaginan el ejercicio de cálculo que desarrolló el papá para nivelar el peso de cada uno de los equipajes y lograr que ninguno excediera las 50 libras. El pobre tipo sacaba ropa, mugre y bisutería de una maleta y la metía en otra; luego, una por una las iba montando en la báscula para comprobar que no le fueran a cobrar peso extra.

Cuando una maleta todavía mostraba sobrepeso, sacó de ella una bolsa de mano de Hell-o Kitty y ahí metió sudaderas, cajas de chocolates, chingos de calcetines, etc, y enseguida le ordenó a la más grande de sus hijas hacerse cargó de esa bolsa de mano durante todo el viaje. Después de varias agachadas para balancear su desmadre y de enseñarnos a todos los de la fila su boscosa raya trasera, el jefe de familia logró su misión, pues el último equipaje pesó 49.5 libras. No puedo olvidar que la esposa brincó de alegría (sí, brincó) como si se hubiera ganado el acumulado del bingo.

Después de presenciar esta matemática mexicana y de hacer el riguroso semi striptease en los pasillos de control, me dirigí al diuti fri para comprar una loción, sabiendo que desde hace mucho tiempo no huelo a nada, más que a mismo. Durante un rato anduve acercando la nariz a las tapaderas y rociando pedacitos de papel para improvisar un casting de aromas. El resultado fue un homenaje a la confusión pues a los 10 minutos ya no sabía a cuál de las fragancias correspondía cada papelito y mi olfato perdió la capacidad de asombro, ¡todas las lociones apestaban a lo mismo!, apenas podía diferenciar las muy ácidas o muy dulces.

Al final apliqué el dicho primitivo que dice botella mata esencia y escogí la loción que tuviera el mejor empaque. Ganó una cuyo frasco es un puño apretando el atomizador (así, como ahorcando el ganso). Para dar fe y legalidad a mi condición de cliente aprovechado y trepador, apliqué dos o tres veces el tester en cuello y muñecas, según yo para irme familiarizando con la loción... A la media hora el olor me pareció un poco delicado pero espero que mi sudor equilibre la pestilencia.

Termino este post con una recomendación culinaria. Si alguna vez se encuentran hambreados en la terminal 53 del aeropuerto de Los Ángeles visiten la cantina El Cholo donde pueden desayunar un Burrito Verde, el cual no tiene nada que ver con gastronomía vegetariana.

Se trata de una tortilla de harina tamaño a escala del Boeing 747 que lleva en su interior arroz, frijoles y carnitas. Encima le ponen queso rayado bañado en salsa verde -de allí el nombre- y, para rematar, te ponen un chopo de guacamole a lado. El sabor de las carnitas no se acerca al que disfruté de niño en Uruapan, Michoacán, pero para ser comida mexicana hecha por paisanos y vendida en un aeropuerto de Estados Unidos, está muy bien. Además, el platillo ofrece una asimilación expansiva: Te lo echas en la mañana, lo eructas por la tarde, y casi casi lo digieres por la noche.

Viva Villa. Viva la flour tortilla.


Buen lunes. Se me antojó empezar la semana con una canción. Si quieren opriman aquí.

jueves, 16 de julio de 2009

Con todos menos conmigo

Mark Zuckerberg, director de Facebook, acaba de anunciar que ese sitio ha superado los 250 millones de usuarios.

Órale.

¿Me estoy perdiendo de algo?.

martes, 14 de julio de 2009

La Pandilla Amarilla

A principios de esta década me entregaron las llaves de una casa en la que yo inocentemente planeaba gobernar. Sí cómo no.

El primer golpe de estado que sufrí fue perpetrado por la Maga, después vino la anarquía de Ramona y más tarde recibimos la cara más bonita de la tiranía con Mateo. Total que nunca pude imponer mi ley, y hasta ahí la cosa iba más o menos mal, pero empeoró.

Ahora los espacios de la casa que tanto me costó liquidar al HSBC no me pertenecen a mí, sino a siete monos de peluche jijos de su chingado estambre. Para que me entiendan, hay veces que no me puedo acostar en mi cama porque por ahí anda uno de estos peluches invadiendo carril y la bronca es que si me atrevo a moverlos de lugar llega Mateo ladrando como foca.

La Pandilla Amarilla está integrada principalmente por versiones originales y piratas de Winnie Pooh. Sí, el más afeminado personaje de Disney fue justo el que cautivó a mi pedazo de caos. A mí me hubiera gustado que se aficionara a Pocoyo o a Rayo McQueen, pero ni modo, lo suyito suyito suyito es el oso meloso.

Yo sirvo para hacerle un biberón, para cambiarle a la tele, para ayudarlo a cruzar un charco, para llevarlo al baño y dirigir su penne a la arrabiata directo al escusado. Sirvo para las cosas prácticas, pero en el control de sus afectos estos siete monos son los que mandan. Aquí se los presento, notarán que algunas fotos están desenfocadas y esto se debe a que tuve que retratarlos en chinga antes de que Mateo se diera cuenta y me agarrara a crayolazos como si fuera yo un indeseable paparazzi o un intruso ¡en mi "propia" casa!



EL DON.- Él es el líder y con el que duerme abrazado. Mateo me regatea los besos, pero a este oso le da más cariño que a nadie. No lo puedes mover a menos que quieras que el mocoso origine un nuevo bing bang. No es amarillo, pero es el jefe. Origen: Fue un regalo del tío Tito y su familia la navidad pasada. Les juro que pensé que era un obsequio menor, pero gracias a este mono me he dado cuenta que los juguetes menos caros y menos aparatosos son los que más disfrutan los niños chiquitos. A veces creo que el oso va hablar para decirme: Oye, tráeme unas galletas con miel de abeja, huevón.


POOH CABEZÓN.- Las malas lenguas dicen que este peluche padece hidrocefalia por lo abultado de su cráneo. Así, deforme y todo, es el segundo en la lista de los favoritos. Origen: Se lo regaló el padrino Raúl en su primera navidad, cuando apenas Mateo tenía un mes de nacido y por ello fue de los primeros en acompañarlo en la cuna. Amor incondicional de lactante.


VITO.- Su nombre de pila es Huevito, pero la pereza fonética de Mateo decidió recortarlo por el de Vito (Corleone). Es de los pocos de la pandilla que no es oso. ¿Y qué es? Véanlo bien, y se darán cuenta que se trata de un huevo disfrazado de alce (?). Este mono es como el consiglieri de la película El Padrino que interpretaba Robert Duvall, es decir, no es de la sangre del patrón Winnie Pooh, pero es su consejero consentido. Además sirve de comodín, pues es el único que Mateo presta sin patalear. Origen: La Maga lo compró en la tienda de ropa interior Women's Secret poco antes del nacimiento de Mateo y también fue de los primeros que lo acompañó en la cuna.


POOH CHIQUITO.- Éste es un vil hurto. Mateo se lo voló del cuarto de su prima Fabiana. No tiene gran chiste, pero mi hijo disfruta quitándole el suetercito y luego te pide que se lo vuelvas a poner (así hasta el infinito y de regreso). Como es el que nos importa menos, dejamos que Mateo se lo lleve al kinder... Y si se pierde, ¡mejor!


POOH PACO.- Debe su nombre al parecido que tienen su cejas con las de mi amigo Paco alias "Pachanga". Origen: Tiene raíces humildes pero corazón pirotécnico. Maga y yo batallamos mucho para adquirirlo cuando fuimos a la Feria de San Pedro. Resulta que todos los juegos de tiro al blanco tenían como premio monos igual de horribles, pero en cuanto Mateo vio que también había imitaciones de Winnie Pooh nos exigió, -por las buenas-, que le compráramos uno. La bronca es que ahí no se venden los monos, sino que hay que ganárselos a base de habilidades de puntería que ni mi vieja y yo tenemos. Después de jugar varias veces sin éxito, tuvimos que convencer al cuadrado encargado del changarro que nos lo vendiera por 50 pesos.


PÍO-PÍO.- Éste es otro de los acoplados en el clan. No es un oso, ni es abrazable ni nada; es una chafencia de esas que encuentras con los vendedores ambulantes. Origen: Se lo compró Maga a un paisano en el "Puente Internacional" de Laredo en una ocasión en la que cruzamos la frontera para llevar a mi cuñada al aeropuerto. Como andábamos cortísimos de dólares, decidimos llevarle "aunque sea un detallito" a nuestro hijo. Se supone que le das cuerda y el pollo camina, pero gracias al made in china el motorcito se apagó mucho antes de que Mateo perdiera el interés en él.


POOH-MICRO.- Éste para lo único que sirve es para saciar el ansia que tiene Ramona por morder lo que sea. Su función adentro de la pandilla es la de un kamikaze que se suicida a favor de la supervivencia de su especie. No pocas veces lo hemos rescatado escurrido de baba desde las fauces de nuestra indómita perra. Origen: Venía pegado al regalo que mi tía Lucha llevó al hospital cuando nació Mateo.


PETICIÓN: Si realmente me quieren, ¡no le regalen peluches a mi hijo! Ni uno más.

lunes, 13 de julio de 2009

Gracias

Entre la gente que conozco hay un grupo distinguido al que hoy le abro mi corazón para expresar el agradecimiento más entero que tengo.

Hablo de la gente que quiere o ama a mi hijo; que le llama por su nombre cuando lo ve, que lo carga, que lo besa, que lo procura, que le hace preguntas aparentando interés, que lo cuida en el kinder, que le abre una paleta, que lo escucha con paciencia, que le hace cosquillas, que le unta árnica cuando se acomoda un rotundo madrazo, que le dice cuero, que lo tolera cuando se chifla, que le enseña nombres de insectos y que -¡increíble!- le habla bien de su papá.

A ese grupo de gente hoy le doy las gracias.

Mi suegra es una de esas personas. Cuando todavía se sentía bien y tenía fuerzas no hubo un momento que no le expresara a Mateo un amor sin destilar, puro. Envidio, por las buenas, la relación que ambos tienen; una relación que me rebasa, que no tiene nada que ver conmigo, que yo no controlo ni controlaré, que es de ellos, es su historia, su guión.

No me canso de disfrutar -de lejos- el amor que producen los nietos en los abuelos y visceversa. En ese fuego cruzado los papás somos como una ventana de vidrio que no se rompe cuando los rayos de sol entran para iluminar a la plantita que descansa en el comedor. El amor que nuestros padres y suegros sienten por nuestros hijos nos traspasa. Debemos dejar que ese cariño nos atraviese para que su calor llegue al destinatario, a los más pequeños.

Muchas gracias, suegra, por amar tanto a mi hijo.

jueves, 9 de julio de 2009

Monday night

Salimos para ver cómo la luz de la luna silueteaba las montañas.

La lluvia dejó un charco aquí y dos allá. La calle parecía el lomo de un dálmata, o una pista minada de agua, y tú quisiste ir a brincar cada ciénega asfáltica. Amarramos nuestras manos para sostenerte fuerte mientras contabas hasta cuatro (y no hasta tres) antes del próximo brinco.

-Ete chiquito, ete muy nande- calificabas cada charco y con ello medías la posibilidad de atraversarlos en el aire.

Traías unas pijamas de bermudita celeste con rayas horizontales que remataban en unas pantuflas de niñoanciano. Desde que dejaste el pañal se te aplanó la postura; yo pensé que serías abombado como tu madre, pero en esa zona eres llano como yo. Nadie hablará de nuestras nalgas cuando hayamos muerto, hijito.

Cuando te cansaste de brincar charcos, saliste corriendo como ex convicto en ley fuga, con un oso de peluche ahorcado en la flexura de tu codo. A mitad de la carrera volteaste de reojo para confirmar la persecución y soltaste una carcajada cuando te atrapé.

Llegamos frente a nuestra casa y me contaste que en el encino viven muchas catarinas que yo no he podido conocer por estar hospedado durante el día en una oficina. Te metí a la casa a base de engaños prometiéndote que iba a empezar la caricatura de Caillou. La idea no era demasiado tentadora para ti, pues te encanta ampliar la vagancia y el ocio sin techo.

Luego de boxear un rato contra el sueño, ambos nos rendimos. Te dormiste. Me dormí.

lunes, 6 de julio de 2009

Júpiter

La noche anterior a mi cumpleaños uno de mis escrúpulos se puso de pie y dijo: A este cabrón le hace falta una ola de adrenalina, un golpe de bravura, un empujón de emoción.

Para obedecer al pequeño escrúpulo me dirigí al rincón poniente de la Feria de San Pedro en donde está ubicado un juego mecánico llamado Júpiter (foto) que se dedica a zarandear en las alturas a los paseantes. El viajecito tiene un precio popular de 30 pesos e incluye una vomitada o un pedo con premio.

Emocionado como político con gobernatura nueva, compré mi boleto. Apenas voltee para buscar la aprobación de la Maga cuando ésta me disparó una mirada tan definitiva como el voto en blanco. Imagino que esa misma mirada habrá usado la abuelita de su abuelita para castrar a distancia a las pobres Llamas en el Perú.

Hice caso omiso a la anulación visual que me disparó mi mujer, pero lo que sí me dobló fue ver que Mateo soltó lágrimas cuando supo que su padre se iba de misión a Júpiter. Pobrecillo, me abrazaba y me decía "no papi, no papi", pero ni modo, el boleto estaba comprado y mi decisión tomada.

Abracé a mi vieja, le dije que aunque no había hecho testamento se quedara ella con el Astra con todo y su aire acondicionado descompuesto. Le di mi gorra, las llaves del carro, los lentes y la cartera. Luego le hice la señal de la cruz a mi hijo y me despedí de él con acentos de melodrama.

Solté a la sangre de mi sangre y caminé hacia la mencionada atracción luminosa. Ahí me recibió un morenazo, bofo como Capote pero tatuado como salvatrucha. El buen hombre me ubicó en una especie de cápsula tubular junto a una muchachita que era idéntica a Natalia Lafourcade versión regetonera. Ella y yo nos saludamos con una sonrisa que abrevió nuestro sentimiento compartido del qué chingados estamos haciendo aquí.

Poco a poco abordaron otros adictos a las emociones fuertes de kermés y el Júpiter llenó la mitad de sus asientos. Sin previo aviso se encendieron varios flashes, se escuchó un madrazo seguido de un rechinido y la estructura se empezó a mover de manera pendular. En ese momento me congratulé de ser mexicano, pues los de esta tierra tenemos parques temáticos mucho más emocionantes que los gringos. Allá, en Estados Unidos, todo es tan calculado y seguro que cualquier montañita rusa pierde el encanto. En cambio acá, puedes morir desnucado en un columpio que sume varios años de no-mantenimiento.

Bueno, pues en un instante estaba yo de cabeza a no sé cuantos metros de altura, echo madre, dando vueltas en el aire, con las rodillas en la barbilla y los huevos en la nuca. Verbalicé una estrofa con varios "¡¡¡hijo de su pinche madre!!!" seguidos, contuve el reflujo, grité procurando hacerlo como tenor y no como barítono y terminé de descuadrar mi espalda baja.

Me la pasé ojete.

Fueron tres minutos que duraron tres horas. Cuando finalmente aterrizó la chingadera y el Capote moreno de tatuajes unicolor me invitó a descender de la nave, sentí la cabeza en espiral y los pies temblorosos. Todo mi cuerpo estaba lubricado de un sudor frío y la vomitada estaba en tercera base queriéndose robar el home.

La única que estaba muy divertida era la Maga que indicaba con el dedo las áreas más pálidas de mi rostro. El lenguaje no verbal de mi esposa se definía juntando tres palabras que separadas no son nadie, pero que juntas froman una simpática frase: Te lo dije. Por otro lado, Mateo estaba encantado de ver a su padre transfigurado en un sobreviviente del Apolo 13 y me pedía que lo cargara.

Cuando el planeta dejó de moverse, me puse la gorra, pedí mi cartera y distraje el asco con una cocacola en las rocas.

LUNES MUSICAL.- Hablando de planetas: Regrésame a Júpiter, de Fobia.

viernes, 3 de julio de 2009

Licuadora Fest II

El último renglón en mi lista de pendientes dice así: Escribir un post que valga la pena.

Seguramente no lo voy a lograr.

Las cantidad de cosas que tengo que hacer en estos días mide y pesa lo mismo que la cantidad de flojera que me da realizarlas. Desde que cumplí años y desdenantes me escurro en un trance de desidia sobresaliente. Apenas enfoco una tarea y enseguida encuentro tres razones -súper válidas- para evadir su culminación.

Pero soy un desidioso doble cara porque lo honorable sería apelar a la integridad y no hacer nada si no te da la rechingada gana hacerlo. Pero no, yo siempre termino mis responsabilidades a base de forzar la voluntad y de ahogar el sentido del humor. En otras palabras: Cumplo con lo que tengo que hacer aunque termine encabronado. No manejo el tipo de encabronamiento sano que consiste en aventar serpientes y escaleras por la boca, sino el encabronamiento reprimido; soy una bomba de tiempo, la rutina me ha cambiado el ADN por el TNT.

Luego me da por utilizar la vara con la que me azoto para rascarme los piquetes de mosco y sentir el placer de ojo en blanco que se produce cuando es aliviada una comezón. Le reniego a la vida, pero me sigue gustando y no sé hacer otra cosa que vivir, así que qué.

Además no vivo en una celda; puedo voltear a lo que me rodea con el fin de hacer tierra en medio de mi naufragio efectivo (no reelección). Del otro lado de mi hastío y del montón de cosas por hacer, siempre me espera la hermosa esquizofrenia de Mateo, los elotes enteros que me sabroseo (sin albur), la fortaleza emocional de la Maga, el regreso de Yuyo e Irene y también están mis amigos que se divierten en estos días mucho más que yo.

VIERNES MUSICAL.- Hay canciones que empiezan como si se estuvieran terminando, pero luego entra una secuencia de bajo y batería que te dice: No te vayas, siéntate, abre otra cerveza, todavía es temprano, apenas anda prendiendo la yesca, que sí, está húmeda, pero mira qué bien humea.

Gran mix, gran grupo.