viernes, 29 de febrero de 2008

Días extraños

¿Quién le dio permiso al 29 de febrero de entrar?, ¿qué se hace un día que a veces existe y a veces no?, ¿de qué privilegios gozan estas 24 horas para salir y entrar del calendario cuando les da la gana?

Este día se me figura como la ex novia aquélla que luego de desaparecer por algún tiempo toca al timbre de tu puerta con un mocoso de cuatro años y te dice sin saludo previo: "Mira pendejo, éste es tu hijo". ¡Bofos!

Como hoy es un día metiche y convenenciero me han estado pasando cosas extrañas. La primera tuvo que ver con mi aparato digestivo que me dio una desconocida como de dóberman. Les platico que no eran las siete de la mañana cuando ya me había sentado en el trono cuatro veces; no sé si fueron las cinco tecates que borré ayer vía oral o los tres tacotes sonorenses que acompañaron la ingesta alcohólica, pero mi panza estuvo en constante desalojo. Horrible.

Supongo que el torrente intestinal se originó también porque tuve la ocurrencia de acompañar mis tacos con ese pico de gallo al que le ponen piña en trocitos que sirven en El Rincón Sonorense, del Centrito. Esa salsita es una chulada en la entrada pero un viacrusis en la salida.

Sí, pasé toda la madrugada en el baño, y la Maga nomás chistando los dientes, porque además de padecer digestión lubricada, tengo la bonita desventaja de tener rodillas y tobillos chillones que truenan cuando camino, principalmente si alguien está dormido a mi lado. Entonces tengo que desplazarme por el cuarto como si me estuviera paseando en la superficie de la luna, como flotando, según yo para que no me truenen las articulaciones, pero éstas más ruido hacen.

Lo bueno de todo esto es que amanecí con el vientre plano, limpísimo y desintoxicado, aunque con el aposteriori muy dañado.

Otra cosa fuera de lo normal que me pasó en este 29 de febrero tiene que ver con mi trabajo. Parece que mi jefe se enteró de la existencia de este blog (yo te lo juro que yo no fui) y me propuso crear un nuevo producto de blogs para el periódico donde trabajo. Yo me encargaría de editar y administrar los textos y contenidos de mis compañeros y de darle un rumbo a la información que allí aparezca. ¿No es fantástico?

Nunca pensé que este medio me diera la oportunidad de crecer, pero resulta que sí. El proyecto aún está por definirse pero por lo pronto mi mente está ocupada en pensar cómo hacer algo muy chingón. A ver qué sale, como dijo el partero.

Bueno, volviendo a lo que al principio decía: hoy es un día que no existe, un día en que por lo menos deberíamos hacer cosas extraordinarias sin el temor de que queden grabadas en el calendario. Hoy es un día tan poco real que el gran Bob Dylan va a tocar esta noche en mi ciudad. Así de piratas están las cosas.

miércoles, 27 de febrero de 2008

De racismo y toros

El martes me desvelé viendo un programa muy interesante que narraba la historia del racismo. Vi unos casos horripilantes de matanzas de gente en África e India por parte del Imperio Británico y por otros países explotadores de Europa. A lado de estos casos, el genocidio nazi de la Segunda Guerra Mundial en contra de los judíos parecía corto. También pasaron el periodo en que el Ku Klux Klan se encargó de asustar, torturar y matar a un buen número de negros en Estados Unidos.

Un caso en particular me quitó el sueño. Se trataba de un chavito negro enfermo mental como de unos 20 años que fue detenido por la policía bajo sospecha de asesinato. Luego de un improvisado juicio de una hora fue encontrado culpable y las autoridades se lo dieron a la gente para que lo lincharan. Al pobre lo encadenaron, lo golpearon, le mutilaron los dedos de ambas manos, lo castraron y le prendieron fuego aún estando vivo. La brutalidad duró varias horas. Al final su cuerpo carbonizado quedó unido a lo alto de un poste de madera para que la multitud "disfrutara" viendo al negro asesinado de una manera espeluznante. Lo peor del caso es que este hecho está documentado con fotografías en donde aparecen familias (¡sí, niños incluidos!) observando con gusto el cadáver de la víctima.

Comparé esa triste imagen a lo que pasa en las corridas de toros, cuando el torero, con orejas y rabo en las manos, le da vuelta a la plaza muy orgulloso para recibir los aplausos de la gente, mientras el cuerpo ensangrentado del toro es recogido y arrastrado para afuera del recinto. Sí, para mí el racismo y la "fiesta" brava se parecen en eso, ambas celebran y premian la violencia y rebajan a los seres humanos como seres detestables que gozan del martirio y de la muerte.

Antes de seguirle, debo aclarar que hay gente a la que quiero y respeto mucho que disfruta de las corridas de toros y que lo que aquí digo no es en contra de ellos, pues cada quien puede tener los gustos que desea. Pero así como les doy a ellos la libertad para que les guste algo que yo repruebo, también me doy a mí la libertad de explicar porqué a mí las corridas de toros se me hacen una versión glamurosa de los linchamientos.

Hay argumentos para defender este "arte" de matar toros que simplemente no acepto. Por ejemplo me dicen:

"La corrida de toros es muy interesante porque se trata de una lucha limpia entre el hombre (torero) y la bestia (toro) bajo circunstancias iguales". No mamen, eso no es cierto. El toro lleva todas las desventajas porque para empezar tiene a miles de personas echándole porras al torero y no a él, además lo pican varias veces con banderillas y con estacas para quitarle fuerza y para dejárselo más manso y más menso al torero, quien muy "valiente" corre a protegerse cada vez que la caga. Además el torero viene bien dormidito y bien comidito, a lo mejor hasta se cojió la noche anterior a una vaquerita bien buena y en cambio el toro anda hambreado y ha estado encerrado durante mucho tiempo, está asustado y tiene todos los pronósticos en contra. Si fuera una lucha limpia entre los dos, la mitad de las corridas terminaría el torero cornado, pero no, casi siempre el muerto es el toro.

"La tipo de toro que se usa para corridas es una especie que se cría precisamente para ser toreado". ¿Qué significa eso? O sea, ¿los reproducen y los alimentan nomás para matarlos de una manera tan ridícula?, ¿ya nomás porque son "especiales" para ser toreados no sienten o no sufren o qué? Yo no sé a ustedes pero eso a mí se me hace muy contradictorio.

"El torero es un hombre valiente y digno que se enfrenta a la muerte en beneficio de un arte". Para empezar un güey que se pone esos trajes tan apretados parecidos a los que usan las edecanes de Carta Blanca y que además se acomoda los huevillos de lado no me da la finta de ser "hombre valiente". Y si quiere demostrar su valentía parándose en frente de un toro, pues mejor que lo haga a campo abierto, ¿ahhh, verdad que no, culito? Y por ultimo, ¿cuál arte? Se supone que el arte es una actividad que nos eleva el espíritu, que nos hace mejores, que nos inspira los sentidos, y yo no le veo nada de eso a una corrida de toros. Para mí ese circo nos rebaja como especie, nos limita la espiritualidad y nos coloca como cínicos que se emocionan con el sufrimiento de los débiles. El día que yo vea a un torero enfrentándose a un león o a un tiburón, ese día me levanto y le aplaudo.

"¿Cómo puedes criticar las corridas de toros si te comes a las vacas?". Sí soy bien carnívoro, me he comido unas 600 vacas en toda mi vida y unos mil pollos, y seguramente hasta varios tacos de caballo me he echado sin saber. Pero entiendo eso como una ley natural de supervivencia, aunque las condiciones de los rastros y la manera tan cruel con la que matan a los animales para nuestro consumo es también ooootro tema muy delicado. Pero comerme animales para sobrevivir, a matarlos para divertirme es una diferencia muy grande.

Y ya mejor no le sigo porque me ando encabronando y porque muy probablemente ya les di hueva. Adiós.

martes, 26 de febrero de 2008

¿Melones o sandías?

A veces me pregunto si este blog se está poniendo muy grosero, pero luego me contesto que no, que la guerra, la corrupción, el maltrato a los niños y a los animales, y los políticos improvisados que tenemos, eso sí es una grosería mucho más grande y preocupante que lo que mis anécdotas puedan resultar para ustedes.

Entonces me tomo la libertad de escribir de lo que yo quiera, esperando que ustedes encuentren algo de coincidencia y que mis lectoras, incluida la Maga, no me tomen por un "viejo pelado de lo peor".

Hoy tengo ganas de escribir que de acuerdo a lo que nos atrae físicamente de una mujer, los hombres nos dividimos en dos grandes grupos: los de chichis y los de culito.

Yo me di cuenta que soy de culito, es decir, que me atraen más las nalgas que las tetas, cuando mi amigo "El Sebas" llegó de un viaje por Europa, allá a finales de los años 80's. Muy contento este güey me enseñaba fotos de palacios, museos y edificios del Viejo Continente, y de calles que parecían postales. Qué ciudades, qué civilización, qué paisajes, todo muy a toda madre, la verdad. Pero entre decenas de fotos hubo una que me cautivó y que me distrajo de las demás.
Resulta que El Sebas en uno de sus paseos por Suiza, me parece, iba a bordo de un barquito en medio de un lago muy chingón, cuando de repente se le apareció una europea vistiendo legins negros y presumiendo un hermoso par de pompas. Tanto le gustó ese trasero al Sebas que se agachó y le pidió a uno de sus compañeros que le tomara una foto a lado de ese culote. ¡Ah, qué buena foto! Inmediatamente toda Europa me valió madre y le empecé a preguntar a mi amigo acerca de esas nalguitas tan rebosantes y de ahí la plática se nos fue entre caderas y cinturas. Desde ahí me di cuenta de que lo mío, lo mío, lo mío, es el aposteriori y no el apriori.

Pero también hay unos mamilas, como mi amigo "El Peddie" que dice barbaridades como que él es de cuello o de espalda, pero son joterías, porque sé que él es de culito, nomás que lo niega por pudor.

Es importante aclarar que se vale el cambio de camiseta, o sea, que un hombre que es de culito puede un día preferir las chichis y viceversa. Por ejemplo, Paquillo siempre había sido de culito (aunque también le gustan las piernas), pero de pronto me salió con la novedad de que cambió de bando y se convirtió al culto de las bubis. Otro amigo, Marito, es de gusto intermitente, es decir, un lunes amanece de culito y ya para el miércoles es de chichis y ahí se la lleva, campechaneando.
Ahora, ser de culito como yo, no significa que le hagamos el feo a un buen par de teclas, pero la verdad me es indiferente la planicie pectoral si hay buen rebote abajo. A lo mejor si consulto a Freud me dice que mi gusto por el redondeo trasero es una fijación inconsciente porque a mí lo que me falta son nalgas, pues las tengo tristonas. Ni hablar, pero precisamente en eso, y en otras cosas, me complemento con la Maga porque, como diría Juanga, a mí me falta lo que ella tiene de más. ¡Yuuummy!

lunes, 25 de febrero de 2008

Sólo por hoy

Lo voy a decir de una vez, así que pongan mucha atención, ¿listos?, ahí les va: Soy feliz.
En este mundo en donde la queja es un artículo de primera necesidad, que alguien se atreva a declarar que es feliz suena como a arrogante pretensión. Pero yo hoy lo declaro sin pena y sin culpa: soy feliz. No es una la razón, no le atiné al Melate ni me promovieron en el trabajo, sencillamente soy feliz y para sumarle grado de dificultad a este sentimiento tengo que añadir que estoy contento a pesar de que es lunes.

Sé que el estado en que me encuentro es pasajero y que pronto llegara algún aguafiestas (como Mr. Gas o Mrs. Luz) para quitarme la sonrisa y regresarme la cara de "fuchi". Pero por el momento quiero disfrutar que, como diría Fobia, me siento vivo.

¿Cómo se manifiesta la felicidad?, pues para mí es como una inyección de inspiración, es como respirar con tres pulmones porque cuando aspiras el aire sientes el pecho muy grande, te sientes sobrado. Y como no puedo entender la felicidad sin la gratitud, por eso doy gracias a Dios porque hoy (no sé mañana o en un ratito) soy feliz y estoy rodeado de bendiciones.

Ayer hice consciencia de mi felicidad con un hecho bastante equis. Hace 30 años mis papás se cambiaron a la casa en donde actualmente viven. Recuerdo que algunos domingos previos a la mudanza nos llevaban a Irene y a mí a ver los avances de la construcción. -Éste va a ser tu cuarto-, me dijo mi mamá una vez señalando un pedazo de tierra con varillas. Yo llegaba impecable y terminaba empanizado de cemento y de cal porque me gustaba mucho jugar en las montañas de arena, o meterme a los cimientos que siempre estaban frescos. Hasta en los canelos se me metía la tierra.

Muchos domingos fueron eso, jugar en la construcción de la casa hasta empuercarme (mi mamá me tenía que lavar el pelo varias veces para sacar toda la suciedad) y luego rematar el fin de semana en un Danesa 33 echándome un cono doble de uva. Recuerdo que me daba un poco de lástima ver que mi papá no se podía comer bien su cono porque tenía que manejar nuestro Renault 12 y entonces mi mamá se lo "cuidaba" hasta que se nos atravesara un semáforo en rojo y entonces mi papá le podía dar un bajón a la nieve ya escurrida. No lo sé porque no lo decían, pero imagino que mis papás estaban felices de visitar la casa en donde vivirían el resto de su vida. Y les daba más felicidad que nosotros, sus hijos, disfrutáramos tanto el paseo. Luego llegábamos al departamento que rentaban y todo se me hacía chico. Tengo muy presente el día en que nos cambiamos, no podía creer que tuviera mi propio cuarto. Yo tenía cuatro años, una cama matrimonial, un chingo de carritos y una pelota sorianera.

Rescato esta anécdota porque ayer andábamos Maga, Mateo y yo en pleno ocio previo a la entrega de los Óscares. Como no teníamos nada que hacer nos fuimos a echar un rol a los terrenos a lado de la UdeM en donde están fraccionando lo que los mamones llaman "Valle Poniente". Los tres nos adentramos en esa falda de la Sierra Madre aún medio virgen y el atardecer estaba echándole muchas ganas para ser uno de los más bonitos del año. Mateo iba en las piernas de la Maga picándole a cuanto botón se encontraba en el tablero del carro. Aunque estábamos a un kilómetro de nuestra casa parecía que estábamos en otra ciudad, en otra tierra.

Vimos varios tonos de verde y de amarillo en el cerro y la Maga se puso un poco triste pensando en las especies de animales que se habrán visto invadidas cuando empezaron a desmontar la zona. Yo no sé porqué es una actividad muy común ir a ver casas y terrenos aún cuando ya tenemos una casa propia, pero quizá la respuesta está en que todavía soñamos con que algún día viviremos en un sitio así, con esa vista, con ese viento y con ese silencio.

Y entonces se posó en mí la felicidad vestida de esperanza. Una esperanza a progresar, una esperanza a crecer la familia, a crecer el ingreso, a vivir mejor. Pendejadas a lo mejor, pero pendejadas padres. Lo vuelvo a repetir: hoy estoy feliz, ando contento. Hoy me toca ser Flanders y no Homero. Alza la mano si estás gozando, alza la mano si estás gozando...

viernes, 22 de febrero de 2008

Ser un globo

Ser un globo en el aire. Una esfera ligera amarrada a la tierra que escapa al aire porque allí cree que se burla del piso y de los ratones y de las cucarachas. Que se va, pero que se queda al mismo tiempo.
El globo en lo alto reconoce a sus amigos globos que huyen también de la formalidad y de la madurez obtusa. El globo aéreo saluda a los escapistas como él, pero se entristece porque cada día hay más globos cansados que se anclan en el césped o en los brazos de un árbol.
El aire siempre es más amable que un pedazo de concreto. Allá arriba no hay agujas, sólo algunas aves que se asustan cuando lo ven porque creen que al cielo le ha salido un tumor rojo y juguetón.
Abajo, un globo en medio de pedazos de plomo no divierte. Abajo lo espera el mundo real, los acomodados, los entusiastas, los siempre felices motivadores de oficina, los charcos de hipocresía y una montaña de pendientes.
Rebelarse es inútil, risible y, lo peor, señalado. Otros globos que hicieron el viaje te voltean a ver desde abajo y te animan a que desciendas porque allá en el cielo puedes perder lo que en la tierra has logrado. Entonces el globo se baja, se despide de las alturas y regresa a las bajezas, a las reglas del juego que no termina por entender pero que juega para que la foto salga con éxito en la penúltima página del álbum familiar. Ponle play.

De todo y de nada

Antes de empezar, un aviso: hoy cumple 33 años Drew Barrymore, por lo que este blog se declara en fiesta nacional.

Cambiando de tema, qué gacho se siente cuando te quedas con ganas de decirle algo a alguien. Es como quedarte con un trozo de caca en el intestino grueso cuando ya te limpiaste y ya le has bajado al baño. Ahí traes todo el día la popó atorada, pero no te animas a soltarla porque no sabes si es puro pedo o si sí es deshecho. Vas manejando y la caca te molesta el ombligo.

Lo mismo pasa cuando te quedas con ganas de decirle algo a alguien, porque traes todo el día el cerebro lleno de ideas revueltas (excremento ideológico) que no salieron a tiempo.

Por eso es muy malo guardarte una mentada de madre, pues a los pocos minutos ya no sirve. Por ejemplo, si a mí me cierra un ecotaxi a las 2 de la tarde, no puedo a las 2:30 llegar a mi casa y gritar: ¡Chingas a tu madre, cabrón!, porque la Maga, Mateo y Ramona se me asustan.

Y ya que hablo de caca, ¿por qué nos encanta ponerle diminutivos a las palabras que nos da miedo decir?, ¿por qué decimos "caquita", "moquito", "gasesitos"?

A mí no me gusta que digan "negrito" para referirse a un negro, o como mamonamente se dice ahora, afroamericano. Decir negrito se me hace más racista que decir negro, porque decir negrito suena a que le tenemos lástima a la persona. Es como si dijeran "mexicanito", "morenito", "chinito", "blanquito", etc.

Lo mismo pasa con los enfermos mentales, discapacitados, locos o trastornados; hacia ellos nos referimos como "enfermitos", que es una manera de compadecernos por la jodida situación que les tocó vivir. ¿Por qué nos cuesta tanto decir enfermo mental?

Toda esta jalada que escribo (porque no se ocurre otra cosa que escribir) me recordó a aquél diminutivo que al mismo tiempo es inverosímil y poco práctico: "Nomás la puntita, de veras". ¿O ustedes conocen a alguien que lo haya cumplido?

jueves, 21 de febrero de 2008

Secsi X

Hoy no tuve un buen día y lo menos que quería era discutir con mi amigo, el necio. Por eso a mediodía me desaparecí de las cantinas en donde siempre me lo encuentro.

Creí que me había salvado, pero cuando llegué a la oficina tenía un post it pegado en la pantalla de mi computadora que decía:

"Tocayo: tú nunca me das la razón y nunca me crees nada, pero yo tengo súper poderes, y si todavía no me crees aquí te dejo la foto de la modelo Abigail Clancy. Me siento como Superman porque puedo ver a través de su vestido, je, je, je...".

Eso decía el simpático recadito.

Y entonces nomás por curiosidad le di un click a la foto y me di cuenta que sí es cierto, a veces los hombres tenemos una vista tan penetrante que podemos traspasar la ropa de las mujeres.

Ni modo, esta vez mi amigo, ése que se llama como yo y que nació el mismo día que yo, tuvo razón.

Beard, no reason

Mañana cumplo dos meses de no rasurarme, tiempo en el cual me he dado cuenta que la barba genera reacciones muy variadas entre la gente. Generalmente la barba es algo que se rechaza. Mis amigas me ponen cara de asquito cuando me ven la cara cubierta de pelos, pero mis amigos son más discretos, en parte porque les vale madre.

En estos dos meses las frases que más he oído son las siguientes:
- ¿Y esa barbita para qué?
- ¿Es una manda?
- Ya quítate esos pelos, te quieres parecer al Ché, ¿verdad?
- Te la mamaste con esa barba, ¿por qué te la dejaste?
- Ya rasúrate, no se te ve bien, pareces más grande.

Yo no sé qué contestar cuando me dicen ese tipo de cosas, principalmente porque no me estoy dejando la barba por alguna razón, sencillamente me gusta dejar de rasurarme por un rato, me gusta verme diferente en el espejo y me gusta jalarme el bigote mientras escribo. En pocas palabras: me gusta tener barba por un tiempo y punto, no hay ciencia oculta ni intención secreta.

Esta experiencia me ha resultado entretenida si la veo como experimento social. He descubierto que las personas nos acostumbramos a vernos y a ver a los demás siempre de la misma manera y que por eso cualquier cambio genera reacciones. Nos autorizamos el poder para perdonar o no perdonar que los otros cambien su apariencia y nos vestimos de jueces para calificar el éxito o el fracaso de esos cambios. Por alguna razón que aún estoy meditando a veces hasta nos incomoda que alguien se vea diferente a lo acostumbrado.

Hoy, por ejemplo, una secre de aquí llegó con el pelo planchado y más arreglada que de costumbre. Las compañeras de su alrededor le preguntaban ansiosamente que por qué se había venido tan guapa hasta que una de ellas gritó: ¡porque es su cumpleaños!. -Con razón-, dijeron las demás. O sea, ¿si no fuera su cumpleaños no tendría razón válida para echarle ganas y venir a trabajar más guapa hoy?

A mí a veces me da flojera cortarme el pelo entre semana porque sé que llegando a la oficina más de dos me señalarán el pelo con su mirada y de acuerdo a la cara que pongan sabré si les es grato o no mi nuevo corte.

El recurso de que te valga madre lo que digan de ti es muy válido. Yo lo aplico, pero no deja de parecerme digno de tesis que seamos tan metiches con los cambios de imagen de los demás y que a veces tengamos que justificar las modificaciones que le hacemos a nuestro look para tranquilizar cuestionamientos ajenos.

Por eso, ahora en vez de decirle a la gente que me estoy dejando la barba porque me gusta (cosa que no aceptarán), mejor les estoy diciendo que en Semana Santa interpretaré a Jesús en el Viacrusis de Ixtapalapa. Con esa respuesta se quedan bien contentos.

martes, 19 de febrero de 2008

Sin remitente

Muy pronto me di cuenta que mis manos no le hacen mucho caso a las órdenes que les da mi cerebro.

Aquella vez compré unas Lunetas (versión previa de los M&M's) y un rollito de diurex en la "Colet", la única papelería que había por mi casa. Una noche antes le había escrito un anónimo-recadito-romántico a Mayela, la niña más bonita del Colegio Mexicano que vivía en la casa más bonita de la Colonia.

Mi intención era pegar el recado a la bolsa de chocolates con el diurex y lanzarlos juntos al jardín de su casa para que ella se diera cuenta que tenía un admirador secreto. Pero mis manos jamás pudieron desprender la orilla de la cinta. Por más que veía el bordesito y le tallaba con mis uñas mordisqueadas no lo lograba. Mientras más intentaba, más me sudaban los dedos y más húmedo se ponía el diurex. Nunca pude.

Al final me desesperé y lo que hice fue improvisar un sobresito con el papel del recado amoroso y ahí metí las Lunetas. Entonces con gran sigilo, según yo, caminé hasta la casa de Mayela, pasé dos o tres veces por enfrente hasta que me armé de valor y con todas mis fuerzas lancé el paquete. Ya en el aire, las Lunetas se salieron del sobre y se fueron para la izquierda, mientras que el papelito que tenía mis versos apasionados se desvió para la derecha. Pinche viento en contra. Los chocolates lograron aterrizar en el jardín de Mayela, pero el recado cayó en el lote donde había una casa en construcción.

La noche del frustrado lanzamiento, imaginé a los perros de Mayela devorándose las Lunetas y al velador de a lado leyendo mi declaración de amor con cara de qué pedo.

lunes, 18 de febrero de 2008

Niña embarazada

Ya encontré a la mujer que quiero que sea mi nuera: ¡Juno! Lástima que ella sea sólo un personaje de cine, pero me encantaría que Mateo pudiera encontrarse en la vida con una chavita como ésta. La madurez con la que tomó su embarazo prematuro y su sentido del humor son ya motivos para darle nuestro apellido.

Cuando yo estaba en prepa la putés de una mujer se medía en base a la cantidad de novios fugaces que ésta tenía, o en el largo de las minifaldas que usaba. Veinte años después las adolescentes usan una pañoleta como falda y tienen los novios que ellas desean. ¡Oh, Cristo Redentor!

Creo que pertenezco a la última generación prejuiciosa que estigmatizaba la sexualidad de las mujeres. Y debo decir que parte de ese estigma venía de las propias mujeres. Es decir, las primeras que se alejaban de las "putas" que se atrevían a meterse con el novio o el amante en turno eran precisamente las mujeres (a veces amigas de la "puta") y eran las que regaban la pólvora con el chisme. Obviamente también había hombres hocicones que se encargaban de ensuciar la famita de su novia. Pobres de aquellas quinceañeras señaladas como fáciles porque la mala reputación era una piedra en el zapato durísima de sacar.

"¿Y luego quién te quiere si ya te usaron?", podría ser la estúpida lógica en contra de las que ya habían tenido relaciones a finales de los 80's. A mis compañeras de prepa nunca se les hubiera perdonado un embarazo y si acaso alguna se atrevía a confesar que ya no era virgen usaba el argumento de que había sido "sólo por amor". Sí, en esos años todavía se pensaba que las mujeres se "entregaban" sólo por amor. ¿Y el deseo sexual?, ése no existía, era puro sexo con amor y si no era por amor, entonces las mandaban a la hogera de chismes.

Por eso me resultó tan refrescante la película de Juno. Porque deja a un lado ese debate tan regiomontano de que sólo las putas o las muy enamoradas tienen relaciones sexuales antes de cumplir los 18 años. Lo deja de lado y se centra en la importancia de madurar (esa punzada que siempre duele cuando llega), en asumir responsabilidad de los actos propios y en descubrir el verdadero amor en todo ese trayecto tan difícil que es conocerse a sí mismo.

Puedo suponer que algunos de mis amigos que tienen niñas chiquitas se preguntan y se preocupan pensado cómo serán sus hijas entrando a la pubertad: ¿Serán facilonas?, ¿precoces?, ¿putonas?, ¿persignadas?...
Yo les diría que vieran esta movie y que esperaran a que sus hijas tuvieran el enfoque y la inteligencia aplicada a los problemas que tiene Juno. Y no me refiero a que aplaudan que una niña se embarace a los 16 años, me refiero a que este personaje tiene los ovarios tan grandes como para enfrentar una realidad poco agradable y también tiene mucho carisma como para salir viva de las consecuencias y del rechazo social por regarla.

Amigos, si tienen una hija con estas características en unos años se la presentan a Mateo y nos hacemos consuegros. Por ahora, nos toca enfrentar el lunes, pero para que se distraigan un rato los dejo con esta canción, una de las muchas buenas canciones que aparecen en esta película. ¡Véanla!

viernes, 15 de febrero de 2008

Te toca y me toca

¿Qué es la felicidad?: Hacer lo que quieres hacer.
¿Qué es la infelicidad?: Hacer lo que no quieres hacer.
¿Qué es la inteligencia?: Hacer lo que no quieres hacer para lograr un objetivo sin convertirte por eso en un infeliz.

Trataré de explicarme mejor.

Yo no sé cuántos de ustedes estén casados o vivan en pareja, pero si comparten el techo, la cama, la mesa y el baño con alguna persona sabrán que toda la armonía de vivir con alguien se sostiene haciendo buen uso de cuatro palabras: "Te toca" y "Me toca".

El "te toca" se lo aplicamos a nuestra pareja para que ésta realice actividades de flojera como por ejemplo: Te toca recoger las cacas de Ramona, te toca cambiar el pañal en la madrugada a Mateo, te toca ir al HEB por leche, te toca lavar los platos, etc...

En cambio, el "me toca" lo aplicamos para recetarnos permisos y bendiciones de la vida conyugal como por ejemplo: Me toca salir con mis amigos, me toca traer el carro, me toca sentarme en el lado del sillón más largo para poder acostarme mientras vemos la tele, etc...

Quizá lo anterior sólo aplica a parejas como la que hacemos la Maga y yo que no tenemos chacha, pues a las chachas siempre "les toca" hacer todo. En estas parejas clasemedieras como la nuestra debemos repartir los derechos y las obligaciones, es decir, ceder e inteligentemente hacer eso que nos choca sabiendo que es mejor llevar la relación en paz. Adoptando esta filosofía no importa que te toque fregarte un día si sabes que al siguiente le tocará fregarse al otro.

Ayer se celebró San Valentín y mientras poetas y científicos deciden qué es el amor, yo digo que amor es saber cuándo te toca y cuando le toca, y si este proceso se negocia mientras ambos se tocan mutuamente sus partecitas la cosa se pone aún mejor.

¡Un abrazo virtual a todos(as) mis amigos(as) que ayer ni les hablé por andar atarantado entre el trabajo y la cruda!

miércoles, 13 de febrero de 2008

Secsi IX

Ya no sé qué hacer con mi tocayo, con ese amigo necio que tengo y que siempre quiere compartir la fiesta de cumpleaños conmigo porque nació el mismo día que yo.

Hoy al mediodía estaba echándome una crema de coliflor en el bar "La Escaramusa Chueca" cuando este güey entró de un portazo.

-Ya no te voy a hablar de mujeres porque no tenemos los mismos gustos-, me dijo-, ahora quiero discutir de comediantes.

-Ok, ¿qué quieres discutir?- le pregunté.

-Pues que me cae muy gordo Will Ferrel. No soporto su cara de gringo que se quiere hacer el chistosito y además todas sus películas son bien chafas.

- Pues yo no sé, pero ese güey hizo unas fotos con Heidi Klum para Sports Illustrated que a mí se me hicieron muy simpáticas-, le contesté.

Y entonces le enseñé esta foto y ahora a mi amigo el necio le cae muy bien Will Ferrel.

Esas frasecitas...

Ahora sí se me acumuló el trabajo. Apenas tengo tiempo para soltar un poco de rabia aquí con ustedes, pero como no tengo a quién echarle la culpa por cargar con tanta chamba le voy a echar mi veneno a las frasecitas que dice la gente cuando quiere explicar algo de manera rápida.

Por ejemplo:
-"Mi papá es un hombre de edad". ¿Cómo que de edad?, ya sé que se refieren a que es una persona mayor, ¡pero todas las personas medimos nuestra vida por la edad!, o sea, ¿por qué explican la vejez como "es de edad"?, ¿quieren decir que es un anciano pero decir anciano suena "feíto" verdad?, entonces elegantemente dicen es "de edad". ¡No mamen!

Otra:
-"No es lo mismo los Tres Mosqueteros que 20 años después". ¿Qué chingados quieren decir con eso?, ¿qué tienen que ver los Tres Mosqueteros con la conversación? Yo lo entiendo como que antes, en la juventud, era más fácil que alguien, el referido, hiciera actividades físicas, o que antes el referido era más guapo(a) o más capaz o más hábil, ¡¿pero para que meten a los Tres Mosqueteros?!

Una más:
-"Ella es de armas tomar". ¡Ah, qué mamada de frase!, ¿es muy violenta?, ¿pedera?, ¿escandalosa?, ¿valiente?, ¿cómo que es de armas tomar?, ¿cómo se toman las armas o para qué?, ¿es una vieja guerrillera?, ¿salvaje?... ¡¿qué significa eso?!

Otra actividad lingüística muy común en las conversaciones que giran en torno al chisme es la que se avientan los que quieren hablar mal de alguien pero en el camino se quieren lavar las manos y quedar como no-criticones. Son los que dicen algo como esto:
- Yo no tengo nada en contra de Fulanita y de hecho la estimo mucho, pero la verdad que es una puta malagradecida que debería cuidar sus palabras porque ya todo mundo sabe que es bien tanga fácil..." y así le siguen, propinando una serie de insultos para la pobre Fulanita aunque ellos advirtieron que la "estiman mucho".

Bueno, ya me voy a poner a trabajar. Prometo regresar menos amargado, pero ya saben, cuando tengo mucho trabajo soy de armas tomar... Prrrrrrrrttttt!!!

martes, 12 de febrero de 2008

El bien dotado

Se me hacía muy raro que me voltearan a ver ahí abajo. Primero fue el guardia de la entrada, luego fue la recepcionista y también se me quedó viendo "ahí" una señora con la que compartí el elevador. Los tres me voltearon a ver el bajo vientre con cara de sorpresa y yo aluciné que a lo mejor los pantalones que traigo puestos evidencian el bulto.

Me dio pena. Imagino que las mujeres están más o menos acostumbradas a que nosotros, los indiscretos hombres, les andemos viendo sin despiste el busto y las nalgas. Pero los hombres no estamos acostumbrados a que se nos queden viendo la zona en donde descansa nuestro "miembro". Por eso cuando estas tres personas se me quedaron viendo ahí me sentí incómodo.

Antes de sentarme en mi lugar fui al baño para ver que tanto se me veía. Y fue cuando mi fantasía se dio un tope con la realidad. Las personas no se me quedaron viendo ahí por "el paquete viril", lo que ellos miraban con asombro era mi ombligo peludo que se asomaba porque uno de los botones de mi camisa estaba suelto.

Entonces lo recordé todo. Resulta que Mateo anda en una etapa en la que le llama mucho la atención su ombligo y el de los otros. Por eso cada vez que llego a la casa me señala el ombligo y me obliga a desabrocharme la camisa para vérmelo. Seguramente se me olvidó volver a abrocharme y me vine al trabajo oreando el hoyito. Sin albur.

lunes, 11 de febrero de 2008

Got Milk?

Nomás para que quede claro que este blog apoya la lactancia materna, sobre todo por los efectos secundarios que se reflejan en la madre cuando amamanta (gran palabra) a su bebé. ¡Muy bien Christina Aguilera, te apoyamos!

Surrealismo regio

El sábado en la mañana fui al Hospital San José a felicitar a unos amigos que acaban de tener su tercera bebé. Como me dio codo pagar estacionamiento, busqué un lugar en los espacios de parquímetro que están en la calle que rodea al hospital. Ya que me estacioné le puse dos pesos al parquímetro y éste inmediatamente me sacó la banderita roja que dice Infracción.
¡¿Cómo?!, si le acabo de poner monedas ¿por qué me pone el letrerito de infracción?, me quejé con la Maga.

No le quise dar mucha importancia pero temía que me fueran a poner una multa. En fin, nos metimos al Hospital, conocimos a la bebita, abrazamos a los papás, platicamos un rato, Mateo se paseó por el cuarto echando desmadre y nos despedimos. Veinticinco minutos en total.

Cuando regresamos al carro vimos en el parabrisas el papelito de la multa. Me dio mucho coraje, pero de alguna manera ya me lo esperaba porque vivo en una ciudad en la que es imposible hacer bien las cosas. Sí, vivo en una ciudad en la que te infraccionan aún cuando le pones monedas al parquímetro. Sí, cuando decides ser buen ciudadano la burocracia, la malechura, la jodidez y la corrupción te joden.

¿En qué otra ciudad o país te ponen una multa por estacionarte bien? Es decir, por la culpa de que el pinche parquímetro no funciona a me multaron. Y obvio que en ese momento no estaba el puñetín que te pone las multas como para reclamarle. ¿Pero a quién le reclamas? Ya una vez me apareció una de esas multas fantasmas y cuando fui a reclamar a una oficinita pedorra acá en el Centro me recibió un "funcionario" con apariencia de narco que me hizo esperar media hora y además me habló y me trató como si fuera yo un delincuente. Para colmo, luego de la pérdida de tiempo y de la pérdida de dignidad el "funcionario" (que no funciona nada) no me canceló la multa porque no había manera de comprobar que yo tenía razón. Otra vez lo digo: Aquí en Monterrey (y en México) no te conviene hacer las cosas bien porque todo el sistema corrupto está hecho para que funcione sólo la transa y no la legalidad.

Por eso aquí el deporte favorito es evadir impuestos porque si uno quisiera pagar todos sus impuestos tendría que comer frijoles y tortillas todo el pinche año. Ya tres años me ha salido un saldo a favor en Hacienda pero no me han regresado el dinero, siempre por pendejadas, que si mi apellido está mal escrito en un piche papel, o que si lo que comprobé en facturas no corresponde a mi sueldo o que si me huelen los pies a melocotón... ¿Y a qué te huelen a ti los pies, pinche gobierno hijo de tu chingadamadre?, seas del partido que seas no vales verga. (Una disculpa a mis lectoras por usar la palabra de la "V").

Lo peor del asunto es que ahora tendré que pagar una multa más cara de lo que me hubiera salido pagar el estacionamiento del San José. Pero así es mi ciudad y así es mi País: cuando quieres hacer bien las cosas el sistema te jode. Aquí sólo avanza el que transa, muy cierto.

Y todavía quieren que amemos México y que seamos patriotas, ¿cómo le hacemos?

miércoles, 6 de febrero de 2008

Se las debía...

Aquí les dejo esta pieza musical que es al mismo tiempo cursi, padre, melancólica, anticuada, tercermundista, emotiva, desentonada, mal hecha, e inexplicablemente triste-alegre. Dale click y ya.

Secsi VIII

Hoy a mediodía estaba a punto de apagar mi celular para echarme una siesta cuando de pronto entró una llamada, ¿quién era?, pues mi amigo el necio, ése que se llama como yo y que también nació un 30 de junio del 73.

-Ando con asco- me dijo sin saludarme.

-¿Por qué andas con asco?- le pregunté esperando la peor respuesta.

-Es que acabo de ver a una señora en el súper toda sudada y la piel le charoleaba- me contestó.

-El sudor es afrodisiaco- le dije- y si no me crees ahorita te mando una foto de Eva Longoria que sale con la pierna brillosa y se le ve muy bien.

-No te creo, pero como quiera mándamela, me retó.

Entonces colgamos, le mandé la foto, le marqué, pero ya no me contestó.

martes, 5 de febrero de 2008

La Güeva Nostra

Hijito: ya tendremos tiempo para subir a los árboles, atrapar insectos o andar en bicicleta, pero por el momento debo enseñarte cómo debes disfrutar un día festivo.

En México hoy celebramos la Constitución de 1917 y aunque la mayoría de los méxicanos no respetamos la Constitución porque violamos las leyes de alguna u otra manera, sí respetamos mucho los asuetos.

En estos días hay que aguantar con la piyama puesta hasta que se vuelva a meter el sol y evitar la regadera a toda costa. Si es posible ve en la televisión películas que nunca verías un día normal, como por ejemplo Tiburón 3 o Karate Kid 4.

Puedes comer todo el día y mezclar salado con dulce, un minuto te echas un taquito de papa y al otro minuto unas cuatro cucharadas grandes de nieve de nuez y al ratito te echas unos fritos chopeados con dip de cebolla y enseguida te metes un chocorrol y luego una quesadilla. Así todo el día.

Es muy importante que no contestes el teléfono pues no debes confiar en alguien que llame a tu casa un día festivo. Y si por error lo contestas y ese alguien se atreve a ofenderte porque andas de güevón cuelga el teléfono de inmediato. Es bien rara la gente, cuando te la pasas trabajando te critican porque no disfrutas la vida y cuando decides tirar flojera un día entero no pueden creer que seas tan arrastrado. Tú no le hagas caso a nadie mas que a tu instinto de descansar aunque no estés cansado.

Hijito, mira esta foto que nos tomó tu mamá ayer. Hasta Ramona, que parece un tapete encima de otro tapete y que es bien dormilona, se nos queda viendo porque no puede creer que podamos tirar la güeva tan a gusto. Observa lo bien que flojeamos juntos y le hacemos honor a la facha. Mira que buen equipo hacemos en esos días en los que no hay nada que hacer.

¿Para qué escribo?

Yo no escribo para que me quieran ni para ser el más simpático.
Tampoco escribo para impresionar a nadie. Ni para tener más amigos.
Y mucho menos escribo para que mis amigos me quieran más.
Yo escribo para expulsar mis pensamientos porque en el cerebro se me juntan y me quitan el sueño y en el peor de los casos me distraen de la vida, esa vida que se nos va (¡se nos va!) si nos quedamos pensando todo el tiempo.

Escribo para eso, para dejar de pensar un poquito. Además escribo porque casi nunca hablo, es decir, sí hablo mucho pero pocas veces hablo de lo que siento. Entonces escribo lo que siento y ya no lo leo porque luego me arrepiento, simplemente lo escribo y ustedes se encargan de leerlo y de encontrar las coincidencias o las diferencias que tiene su vida con la mía.
Prefiero escribirles que decirles. Por ejemplo, nunca voy a llegar con ustedes y les voy a decir que todo el fin de semana tuve las lágrimas a punto de salir porque me alegra demasiado ver caminar a Mateo. A la gente no nos gusta que nos digan este tipo de cosas "profundas" porque no sabemos qué hacer con estas declaraciones.

Por eso prefiero esperarme a estar frente a la computadora para escribirles eso: No aguanto la felicidad que me provoca ver caminar a Mateo, y tan no lo aguanto que me dan ganas de llorar. Pero es un llanto alegre, conmovido, maravillado y agradecido con Dios. Es un llanto que reconcilia, que te dice que has estado haciendo bien las cosas y que tienes que estar sano y alerta para no perderte esta oportunidad de ver crecer a tu hijo. Traje todo el fin de semana ese sentimiento instalado en la garganta, feliz con la vida a la que suelo menospreciar y sintiéndome completo siendo un hombre de familia. Un family man, nada más.

Ya lo escribí, lo comuniqué y lo solté. Entonces ustedes lo leen y hacemos una comunicación en la que sobra decir algo y en la que, con suerte, podemos pensar que no estamos solos y que no es tan ajena esa emoción que sentimos por las cosas pequeñas que rodean nuestra vida. Para eso escribo, para estar cerca de ustedes sin decirles nada. Para compartir las cosas que siento (¿sentimos?) sin tener que decirles nada, sin tener que hacer una cita para irnos a comer, sin interrumpir nuestras agendas. En resumen, escribo para contarles todo lo que no les quiero platicar cuando los veo. Y les agradezco que me lean.